23 Jun
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Para realizar este icono hemos seguido el tipo iconográfico de Juan el Bautista en el sXIII situado en el monasterio de santa Catalina en el monte Sinaí. En él la figura de san Juan aparece de cuerpo completo sosteniendo y señalando un cordero: imagen de Cristo en la eucaristía.
El icono ha sido pintado de la oscuridad a la luz, realizando primero un fondo oscuro en las ropas, el cuerpo… y añadiendo luces que forman los volúmenes, para terminar con los trazos vivos: pequeñas líneas más iluminadas que marcan los rasgos de san Juan y que no siguen una luz dirigida, pues no vienen de fuera, son el soplo del Espíritu que vemos en las personas inundadas de Dios.
La figura central nos presenta al último de los profetas en movimiento, con el pie derecho adelantado, preparado para luchar por la verdad.
Todo en este icono es también símbolo y es profecía. El ambiente desértico, árido al que se retira San Juan comienza a florecer, es la esperanza de la profecía del Salvador que viene con fuerza. Es un reflejo de nuestra vida cuando dejamos entrar al Mesías en ella.
Tuvimos la gracia de poder entregar en mano el icono. Explicando a los fieles las características de éste y la manera en la que lo habíamos realizado, compartiendo con ellos la eucaristía y más tarde una cena con algunos seminaristas, el párroco César y otro sacerdote.
Para nosotras este acontecimiento fue una experiencia de acogida por su parte y un regalo poder compartir un momento tal como es la bendición del icono.